Lo que prometía ser un tranquilo fin de semana otoñal en Torla, se acabó convirtiendo en una de nuestras peores pesadillas...todo comenzó tras un relajante paseo hasta la Cola de Caballo, tras llegar y hacer las fotos de rigor, nos comimos el almuerzo. De repente, Oscar dijo: "podemos volver por la senda de los Cazadores, es prácticamente igual que el paseo que acabamos hacer".
Antes de seguir con el relato, nos gustaría poner al personal en situación: Alba, Tatiana, Laura, , Belén, Luís Buzón, María, Silvia y Oscar, éramos el equipo titular, por lo que obviamente íbamos a "panchaguear". Los días previos al fin de semana, le recordamos a Oscar que nos llevó a una excursión al Ibón de Acherito y casi nos da un ataque, acabamos la excursión una hora antes de lo que señalaba la guía.
Tras el bocata, la siesta y unos cuantos pitis, Óscar decidió que era el momento de emprender la vuelta. Al principio de la senda, vimos un cartel que recomendaba no empezar la marcha más tarde de las 3 de la tarde (eran más de las 4), además de la advertencia de "senda muy peligrosa". Oscar se empezó a reir y a decir que era una chorrada.
El camino al principio resultó ser un paseo de viejas, todas nos vinimos arriba pensando en las advertencias del cartel, nos echamos muchas risas...comenzó la ascensión, el camino se estrechó y la gente que iba por la senda normal, empezó a ser cada vez más y más pequeña...
Pasadas las primeras horas el camino se convirtió en un "via crucis": ataques de vértigo, gritos, mareos, animales despeñados y devorados (nunca supimos de qué especie se trataba, al final determinamos que era una "zarrio" (cruce de zorro y sarrio), el núcleo duro se empezó a amotinar contra el capitán, al ver que al acabar una curva, empezaba otra peor. El mirador "de aquí al lado" nunca llegaba, Óscar sacó el mapa y tras unos cuantos gritos y varios improperios, cundió el pánico...el mirador nunca llegaba. Tras una serie de desfiladeros, lo vislumbramos. Hicimos una tentativa de piti pero ante el peligro de pasar la noche en un refugio para perros, abortamos la idea.
Cuando pensábamos que con nada peor podíamos topar, llegó el descenso (desnivel de 800 metros), la gente con chirucas, bastones de montaña y pastillas de glucosa. Silvia con sus zapatillas de “fama a bailar”, Alba que tras despeñarse por un desfiladero (menos mal que María la agarró de la mochila) con la rodilla que le daba vueltas, Tatiana con el mal de altura que a punto nos obliga a sacar la hoja de coca, Laurel se creyó Edurne Pasamar, Belén acongojada ante la inminente caída del Sol.
Unos montañeros que nos dejaron atrás, al ver a Óscar unos cuantos metros adelante, le preguntaron “¿eres Óscar?, él respondió “Si”, y los chicos le advirtieron “Te quieren matar”.
Al final llegamos al parking tras 5 horas de descenso mortal. Los caretos eran indescriptibles. Excepto el de Silvi que por solidaridad, costumbre y resignación, se posicionó al lado de su recién estrenado maridito.
Una vez en casa cubata en mano, llegaron las risas.
A día de hoy y echando la mirada atrás, esperamos poder repetir este camino y más pero esta vez, siendo Silvi y Oscardo un matrimonio feliz.
Alba, Belén, María, Luís, Tatiana y Laurel